Pandemia, (“vulnerables”) y paracetamol.

Por Víctor Sáez

“Los tristes tienen dos motivos para estarlo: ignoran o esperan”

                     ( Albert Camus)


En un país donde llamar a las cosas por su nombre parece ser, desde siempre, un delito o por lo menos un esfuerzo innecesario, el eufemismo cruel, pero consolador para muchos, de llamar a los pobres “vulnerables” ha sido una más de las tantas falsedades desnudadas por el coronavirus.

En qué consiste la
“vulnerabilidad” de los desposeídos.

A simple vista, pareciera ser una característica (o matiz lingüístico) que los aleja de la pobreza pura y dura, para ubicarlos un escalón más arriba de la miseria, alejándolos así de la intemperie, y de los discursos reivindicativos, marcados seguramente por más de alguna “ideología subversiva”.

Esta manipulación ideológica en la percepción subjetiva, y colectiva, de la pobreza opera en lo cotidiano como una prohibición social, política y cultural del discurso acerca de la pobreza real, su origen, vigencia y consecuencias.

La “vulnerabilidad”, en esta área, alejaría a los pobres del peligro de ser manipulados por tendenciosas, subversivas y divisionistas teorías acerca de las clases sociales, el origen de la riqueza, y sobre todo del modo, en que el dinero, el trabajo, la educación y salud se relacionan y distribuyen.

Ser “vulnerable” no requiere conciencia de clase ni protagonismo sociopolítico para salir de ese estado.

Basta con estar catalogado como tal, registrado en la bitácora del asistencialismo, y los bonos que acompañan cada estación del año, el resto corre por cuenta del esfuerzo personal, y los méritos, que (más tarde o más temprano), harán gozar a las futuras generaciones de “vulnerables”, del anhelado ascenso económico y social.

Mientras tanto, los “buenos” de siempre, con sus fundaciones y campañas (también de siempre), seguirán formando el coro de la opereta triste y secular de una sociedad fundada en la mentira y el lucro de unos pocos.

Esta crisis sanitaria, con sus mascarillas, obituarios disfrazados de estadísticas y políticos mediocres acaparando las pantallas de televisión, también nos enrostra las profundas desigualdades sociales estructurales no resueltas, el abandono no sólo de ideales o sueños ahora añejos para muchos, sino también de seres humanos concretos que trascienden la cruel y fría estadística del Poder y sus lacayos.

El coronavirus ha desenmascarado, además, el aprovechamiento económico, comercial, político y emocional de instituciones y personas, a quienes estos largos días de dolor, impotencia, urgencias y contradicciones, les han ofrecido una imperdible oportunidad para lavar, no sólo sus manos (Pilato, ora pro nobis), sino también su imagen.

Todo indica que la situación, es mucho más grave de lo que les conviene admitir a las autoridades de turno.

Su impacto en lo inmediato, y su proyección económica social, es algo que muy pocos se atreven a plantear con transparencia.

Entre tanto, se fortalece el estado policial, se pretenden justificar privilegios y abusos bajo el pretexto de una sociedad que “no entiende” lo que pasa.

Olvidan que el sujeto social, aquel que según el Poder no “entiende”, no es otro que el mismo sujeto generado, propuesto e incentivado, por el sistema neoliberal, que hoy lo desconoce y convierte en culpable de propagar el contagio de la cruel pandemia y sus consecuencias.

En términos políticos se proclama la urgencia de “unidad”, en términos más bien de cierta uniformidad acrítica que facilite la toma de medidas sin obstáculos ni discernimiento colectivo alguno.

Al parecer el mejor modo de colaborar sería el silencio obsecuente de la sociedad en su conjunto.

A contramano, el sedentarismo intelectual de la clase política asoma una vez más en todo su triste y barroco esplendor.
Basta con encender el televisor, una mañana cualquiera, para comprobar todo esto.

Por ahora, “los vulnerables” deberán continuar aportando a las estadísticas y fichas sociales, en espera de las próximas elecciones, donde seguramente (nuevos y antiguos rostros), les mostrarán el camino que conduce a la felicidad.

Mientras tanto, aún nos queda paracetamol para hoy.

Trabajadores de la salud

Por Carlos Ernesto Sánchez.*



Durante un tiempo he escrito columnas semanales, pero hoy vuelvo nuevamente para destacar a  los trabajadores de la salud.
En nuestro consultorio de Puchuncavi hay 23 personas contagiadas por la pandemia, manteniéndose el lugar cerrado para la atención de pacientes, derivados al consultorio de Ventanas.

Es cierto que médicos, enfermeros, auxiliares, toman medidas de resguardo y visten con trajes, guantes, mascarillas, pero aun en esas condiciones el virus acecha.

Los trabajadores de la salud no son precisamente los mejores remunerados. Es gente con real vocación de servicio, valientes, que muchas veces han salido a la calle, denunciando la triste realidad de los hospitales, donde por años han faltado los implementos necesarios. Lugares colapsados y con gobiernos que poco o nada han  hecho por mejorar la  salud.

Hoy la realidad de estos trabajadores, es un peligro que enfrentan con valor y real voluntad de servicio. Los turnos presentes son jornadas extenuantes, no solo atienden afecciones y enfermedades, también consuelan, apoyan, trasladan medicamentos a personas de alto riesgo, especialmente de la tercera edad.

Son hombres y mujeres que han postergado familia para asumir turnos extras. Es  hora que este gobierno entregue a cada trabajador de la salud, un bono de $ 100.000 o más,  e ímplementos para la realización de su trabajo.

Es  hora de guardar en los recuerdos, para cuando pase la pandemia, el nombre y testimonio de aquellos médicos y otro personal que murieron, haciendo vida su vocación de servicio. Jesús el resucitado, expresó que “no hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos.”

Chile debe escribir en su historia, no las páginas nefastas de guerra, batallas, que se conmemoran cada cierto tiempo.

En cada lugar posible homenajear a estos compañeros trabajadores, y que los nombres de aquellos que murieron se escriban en calles y plazas, para que las futuras generaciones sepan del verdadero valor y heroísmo,  no consiste en empuñar un arma, que en la historia ha quedado consignado las cobardes y crueles matanzas, ante obreros que luchan por una vida más digna.

Por mis enfermedades he recurrido muchas veces al Cesfan de Puchuncavi y he sido atendido con respeto y dignidad. Mi homenaje a cada uno de esos trabajadores.

En esta historia de la salud, hubo un hombre, servidor público, honesto y valiente, que dedicó horas de su vida a trabajar por la salud,  Salvador Allende, quien vaticinó que un dia se abrirán
las anchas alamedas. 

No solo debe ser recordado por su valor de lucha ante un ejército traidor y cobarde, que cercenó los sueños de  amplias mayorías empobrecidas con una secuela  de torturas, asesinatos, desapariciones, exilio.

Cuya cabeza fue el ladrón y asesino de Augusto Pinochet y la pandilla de golpistas, aunque ignorantes, básicos, y fascistas como Moreira, quieran manchar la obra en salud y otras expresiones implementadas por el compañero Allende.

Como Neruda expresa: “Venceremos nosotros los más sencillos, venceremos aunque tú no lo creas”.
Superada la pandemia- no debemos olvidar a los trabajadores de la salud.


* Poeta

De arcoiris y fantasmas.

Por Víctor Sáez




“Sabemos contar nuestros sueños,   pero ya no sabemos vivirlos”.

                      (Yves Navarre)


Sueños, cultura, lenguaje y proyectos colectivos de base, muestran lejanía y fractura con la praxis política actual.

El pragmatismo, y los acuerdos cupulares en lo político, parecen haberse impuesto sobre la reflexión, los idearios las propuestas y los meta relatos.
Los arcoiris cedieron su puesto a las encuestas y a las calculadoras. El Poder parece hoy cuestionable, sólo cuando aún no lo tenemos ni disfrutamos de sus privilegios.

Existe una incapacidad real y estructural de escuchar a la gente. Esto se puede entender ya sea como autarquía o, simplemente, como una suerte de sedentarismo crepuscular y funcionalista de la clase política.
Por lo mismo, este tiempo exige análisis, propuestas y cambios culturales profundos, que toquen las estructuras mismas del poder, en todas sus áreas y proyecciones.

El proyecto de la izquierda, en lo específico, hoy se muestra débil y anoréxico, porque no logra conectar con “el otro”, como sujeto histórico, y no sólo como categoría electoral, para construir proyectos comunes.
Los intelectuales de izquierda, por su parte, hoy aparecen como simples operadores de sus respectivas carreras académicas, dedicados a coleccionar post grados, y cargos en el aparato público.

Existe tensión, sospecha y alejamiento, entre las estructuras orgánicas de los partidos políticos y los movimientos sociales.
Se ha hecho patente el desanclaje de la “clase política”, que transversalmente opera como tal en defensa de sus intereses, en relación a los sueños, proyectos y lenguaje de la gente.

El encapsulamiento de la cúpulas políticas en sus estructuras, y estrategias de poder ha provocado en los ciudadanos un sentimiento, y práctica, de frustración y distancia.
El agotamiento de la estructuras tradicionales de participación política se debe a un cambio cultural y social del cual el modelo de operaciones políticas vigentes no ha sabido dar cuenta.

La emergencia de propuestas y líderes mesiánicos de ultraderecha, por ejemplo, no responde sólo a una suerte de reacción ética de la gente ante las trazas de corrupción en la izquierda política.
Estos fenómenos hablan ante todo de la crisis de contenidos y modelos que se da hoy en la izquierda frente a temas como: la seguridad pública, DD. HH, el narcotráfico, la corrupción, la salud, la educación, la energía, etcétera.

Se requiere generar un nuevo modelo de organización y participación política, que privilegie la conexión con las bases, el mundo de la cultura y los movimientos sociales.
Lo anterior supone la superación histórica y política de un cuerpo de paradigmas obsoletos frente a los desafíos de hoy.
Principalmente en el área de los instrumentos hermeneuticos. En este aspecto se debe establecer una reflexiva relación dialéctica entre ruptura y continuidad.

Acudimos a la vulgarización programada de los instrumentos de reflexión. Como un proceso de anulación de los mismos y del sujeto crítico. Los espacios son ocupados, y copados, cada vez más por políticos cortesanos y funcionarios orgánicos acríticos. Todos ellos acolitos genuflexos de las políticas de la astucia y los cargos públicos.
Vale la pena tener presente, en la hora actual, que la política como tal, es un fenómeno cultural y social intrahistórico que no requiere supuestos horizontes metafísicos para validarse. Se valida, en cambio, en la acción transformadora de la sociedad, en la honestidad, la decencia y la participación real de los ciudadanos.

A lo largo de estos años, los cuadros, y operadores políticos, de los partidos en el poder reunieron votos mediante favores clientelistas, financiados mediante fondos aportados por la derecha económica (Soquimich, Penta, etc.) o por medio de transferencias ilícitas de fondos públicos. (MOP-Gate)
Las reelecciones de estos cuadros alimentaron la complacencia, la arrogancia y el sentimiento de impunidad.

Las gratificaciones obtenidas mediante la repartición de cargos (ministerios, embajadas, agregadurías, asesorías, etcétera), y prebendas a doquier ha sido asumidas como algo natural o “merecido” por parte de los dirigentes y funcionarios serviles de los partidos, pero fueron percibidas como privilegios inmerecidos e injusticias por muchos militantes, y votantes de la clase trabajadora.

El proceso de acomodamiento, y obsecuencia ante el poder, y sus privilegios, que se produjo dentro de los cuadros superiores y medios de los partidos de izquierda hizo que las clases populares tuvieran que echar mano de soluciones individualistas, domésticas o locales para lidiar con sus problemas cotidianos (seguridad, salud, deportes, cultura, etcétera) y también en sus proyectos de largo plazo.

No se puede soslayar que la ética en política tiene que ser un desafío y patrimonio permanente de la izquierda, en especial la transparencia absoluta en el manejo de los recursos públicos.
El no haber actuado siempre así hace que los gobiernos y los partidos paguen un alto precio , que puede ser un factor determinante para poner en riesgo la credibilidad de esas propuestas y la praxis política en general, con daños gravísimos para los derechos y anhelos de la gran mayoría de las clases populares.

Por otro lado, el rol de los partidos de izquierda, en su condición de partidos de gobierno, nunca ha sido bien resuelto. Incluso con alianzas sociales y políticas con la centro izquierda (Nueva Mayoría), estos partidos no han sabido representar el proyecto histórico de la izquierda, perdiendo relevancia e incidencia, frente al rol de las alianzas puntuales de gobierno.
Se debilita así la reflexión estratégica, más allá de las coyunturas políticas, la formación de cuadros, la propaganda de las ideas de izquierda y la misma lucha ideológica.

Los actuales desafíos para la izquierda en temas programáticos, doctrinales, éticos y orgánicos requiere en primer lugar vencer la tentación de la autarquía como modelo de conducción político partidaria.
Así como también, privilegiar la readecuación orgánica y reflexiva de todas sus estructuras. Sólo de este modo, podremos iniciar el regreso al lugar, social, cultural y político, que nos identifica y convoca.  

Esta es la Hora de lo que viviremos mañana

Por Carlos Ernesto Sánchez


Sin duda la pandemia nos golpea fuerte.
La desobediencia vivida por muchos sectores de la ciudadanía – en semana santa, 21 de mayo y otras fechas- de salir a la calle, no respetar los protocolos, hoy pasa la cuenta.

Estamos al borde de la crisis.
En esta cruda realidad es donde la organización presencial no debe estar ausente, para evitar el contagio, donde la pobreza golpea puertas y el miedo a la enfermedad y el que haré mañana, porque el futuro se ve difícil, es bueno volver la mirada a otros tiempos que por muchos años nos trajo la pandemia de la dictadura; censura, represión, hambre, muerte, desapariciones.

Hechos que por años vivimos y padecimos. Fueron años difíciles que logramos derrotar. En primera línea siempre estuvo la Iglesia católica y otros credos religiosos, que poniendo en riesgo su propia integridad no abandonaron a los pobres y marginados.

Hoy nuevamente la iglesia asume un papel protagónico de servicio, a diferencia de ayer, hoy la inmovilidad es necesaria para no seguir transmitiendo el virus.

La iglesia ha puesto al servicio de la autoridad sanitaria – no una- sino muchas casas como lugares de aislamiento y cobijo, para personas contagiadas, o en situación de calle.

Desde sus recintos han salido cientos de cajas de alimento o elementos sanitarios para apoyar, sin hacer distinción de ninguna especie. En muchos conventos las religiosas, junto a su labor más propia como es la oración, han destinado tiempo a confeccionar mascarillas o han abierto puertas de sus comunidades para albergar a quien lo necesite.

Hoy la Iglesia, no cuenta con el diezmo o recurso que ingresa por otros servicios que facilita a la comunidad; han asumido lo decretado por la autoridad y toda ceremonia se realiza vía internet – redes sociales.

Sin duda no se está dando desde la llamada riqueza de la institución, sino de un compartir verdadero y fraterno.

Este ha sido un tiempo de volver a reencontrarse con los creyentes y hombres de buena voluntad, después de un periodo que remeció la sociedad ante los escándalos de algunos sectores del clero.

El pontífice romano, sin la parafernalia de un Juan Pablo II ha llevado la iglesia a reencontrarse con sus raíces, con el mensaje de Jesús.

De una iglesia triunfalista nos lleva hacia una iglesia servidora, de la riqueza y el boato pasamos a la austeridad.

De una teología europeizante a la mirada desde los pueblos oprimidos y sufrientes, desde la censura a la liberación. Hoy son tiempos de gracia para los creyentes.

Una puerta se abre para hombres y mujeres que deseen gastar su vida en el servicio a los más pobres y necesitados.

Esta pandemia con todo el dolor que trae, es también un tiempo de gracia, porque nos da la oportunidad de volvernos a mirar a la cara, de entender que solo, no salimos de esta pandemia, sino solidariamente, de replantearnos los seudo valores que el modelo nos impone.

No por cálculo político, ni crecimiento en las encuestas, esta es la hora de la unidad.

En nuestras poblaciones hay hambre, soledad, vivir escondidos de las balas de los narcotraficantes, de construcciones míseras, donde se vive en total hacinamiento.

No sé si se ha hecho bien o mal, el trabajo frente a la pandemia, lo que si queda claro es que la miseria ha develado su cortinaje, mostrando las verdaderas condiciones que viven grandes mayorías.

Esta no solo es la hora de entregar bolsa de mercaderías o bonos, es la hora de inyectar valores a una sociedad que está enferma no solo de corona virus.

Es la hora del ejercicio de la solidaridad, de la palabra y el gesto amigable, de hacer del servicio público un apostolado.

Así como la Iglesia, se hace presente en estos momentos de dolor, las municipalidades aun más, deben gastar horas y recursos en acompañar a los vecinos, promover el fortalecimiento de las unidades vecinales y de las organizaciones de base.

En esta hora todos tenemos un protagonismo en esta pandemia, hasta para ser protectores de gatos y perros comunitarios, seres silentes a los que no hay que dejar en el abandono.

Esta es la hora de lo que viviremos mañana.

Los anteojos de Iván Ilich.

Por Víctor Sáez

“Lucho por una educación que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer”.

(Paulo Freire)

Una de las características de la Educación en la actualidad, en cuanto sistema cultural orgánico, es ser presentada, y promovida, como un bien de consumo transable y medible según las leyes propias del mercado.Sobran los ejemplos, tanto en lo enunciativo como en la praxis, al respecto.

Dentro de este marco operacional, la producción y traspaso de conocimientos, se vincula, generosamente, a contenidos y metodologías elaborados por oportunos e inefables expertos que ofrecen al consumidor final conocimientos, y procesos pre cocinados que buscan, en primer lugar, restarle conciencia crítica, así como también, abstraerlo de la realidad y sus desafíos.

El educador opera dentro de este sistema, como una suerte de regulador terapéutico del proceso educativo y del acceso a la realidad.

El objetivo general no es otro que lograr que el alumno-consumidor acepte tal “control aduanero” como cosa natural. De ese modo, su cosmovisión, y su praxis, se convierten en algo profiláctico y neutral, y él en una persona políticamente impotente, sesgada y manipulable.

Dentro de este panorama se requiere replantear el origen, sentido y objetivo de la Educación, dentro de una proceso especificamente liberador, y transformador, del ser humano y la sociedad.

El ser humano es, ante todo, un proyecto de libertad que se realiza, activa y creativamente, junto a otros…colaborando y creciendo con, y desde, los demás.

De ese modo, logra convertirse en protagonista de cada uno los procesos culturales que le toca vivir, incluida la educación.

Esto supone optar individual y colectivamente, por un modo de vida consciente, solidario y austero, a contramano de las seductoras propuestas de la actual sociedad de consumo.

De este modo, es cómo crece el dominio del ser humano sobre su destino y su entorno.

Tal y cómo planteó, en su momento, el pedagogo Iván Ilich: “El hombre reencontrará la alegría de la sobriedad, y de la austeridad, reaprendiendo a depender del otro, en lugar de convertirse en esclavo del mercado y de la burocracia todopoderosa”.

Cuán necesario es hoy incorporar esta mirada de optimismo y aire fresco en la formulación y ejecución de aquello que los expertos suelen llamar “políticas educativas y curriculares”

Iván Illich (1924-2002)

Es necesaria esa mirada o por lo menos, hacer nuestros los anteojos de Iván Ilich, para lograr que la educación contribuya plenamente en la emergencia social, y política, de un ser humano que viva con menos comodidad material que en la sociedad consumista, pero que participe de modo consciente y protagónico en su cultura, realizando así colectivamente, su potencial de creatividad y libertad.

Es un hecho de la causa que al ser humano le es imposible su plena realización como tal en un mundo consumista.

Los hechos cotidianos, la insatisfacción acumulada, la decepción institucional progresiva, la decadencia de las instituciones y la salud mental del “homo viatore” de este siglo XXI, así lo demuestran a cada instante.

Una educación funcional a la sociedad consumista, pone en alto riesgo la autonomía y el crecimiento de la persona, ya que impide o anula el desarrollo integral de cualquier proyecto liberador, tanto en lo individual como en lo colectivo.

La instalación social, de la idea perversa acerca de que el bien, y la felicidad, se relacionan con el mayor consumo de bienes y servicios posibles, ha encontrado también en la Educación un espacio de resonancia privilegiado.

Tanto las instituciones, como el neoliberalismo en general, han ido progresivamente no sólo determinando nuestras demandas de consumo, sino que además han generado una suerte de lógica formal, que incide no sólo en nuestros modos de análisis y resolución de contenidos o métodos, si no en la propia mirada sobre el fenómeno humano.

El principal logro del neoliberalismo en esta área ha sido el reduccionismo antropológico que impera hoy de modo global en la humanidad.

Esto implica la superación mercantil del homo sapiens por el “homo consumista”. La educación en términos generales, y en lo específico de cada una de sus etapas, asoma desde esta perspectiva como un producto más dentro del catálogo de ofertas para el consumidor, validado por quien corresponda y asuma esa tarea.

En definitiva, las instituciones, que indiscutiblemente nos han hecho la vida más cómoda en lo material, constituyen un arma de doble filo, porque generan en todos nosotros una paralizante dependencia y pasividad.

Nos acabamos acostumbrando a que ellas nos organicen y faciliten la vida, pagando el precio de acabar sometidos a su lógica y renunciando, en este caso, a la Educación como travesía del pensamiento y tarea humanizadora.

Asoma así, con toda su crudeza y violencia social, la separación o dicotomía entre lo vital y lo académico.La producción, y reproducción, en masa del conocimiento ha tenido su correlato mercantil en el surgimiento de universidades privadas, a la luz de las exigencias del mercado educativo y laboral.

Estos universidades, ya no son espacios de investigación, formación y extensión del conocimiento universal, si no simples certificadores de conocimientos estandarizados, y cotizados, según el mercado laboral y sus exigencias de oferta y demanda.

Esta separación dolorosa entre lo vital y lo académico, que se puede verificar en la educación, conlleva y promueve un objetivo que no es neutro ni fruto del azar.Se trata, nada más y nada menos, que de la jerarquización y consecuente cosificación de los seres humanos, orientada al dominio político, cultural y político, del mismo.

Ante este panorama, cultivar un sistema educativo orientado al fortalecimiento del pensamiento crítico ante la realidad y sus desafíos, es hoy algo más que una posibilidad… es una urgencia social impostergable.

Esto debería ser uno de los ejes de cualquier reforma educacional o de la pretendida calidad de la educación, en el caso de que en verdad pretendamos revitalizar la sociabilidad y el humanismo, como eje de las transformaciones que requiere el momento actual de nuestra realidad social y cultural en términos estructurales.

La Educación es fundamental en la generación de un nuevo tipo de ciudadano y de ciudadanía. Esto supone priorizar estrategias educativas de búsqueda, reflexión, analisis y propuestas que apoyen en cada etapa el cultivo de la libertad, la conciencia crítica y la autonomía del sujeto, como desafío y privilegio.

Lo anterior implica la superación dialógica e histórica de estructuras orgánicas y administrativas, obsoletas, pero funcionales al modelo de dominación cultural imperante.

Sobre ellas, la sociedad de consumo ha instalado, y promovido, el sistema educacional vigente.Hoy cuando conceptos tan válidos como inclusión, multiculturalidad, transformación social, antropo diversidad, etcétera, parecen agotarse sólo en lo discursivo o en lo mediático, es necesario como pocas veces en la historia reciente, devolverle la frescura, la rebeldía y el cuestionamiento que le son propios a la Educación, como instrumento de humanización y liberación permanente.

El modelo social aspiracional, en que nos movemos, ha propuesto y promovido la educación como un instrumento privilegiado de movilidad social.

Es decir que, el proceso educativo, estaría orientado fundamentalmente a dotarnos de certificaciones académicas, y laborales, insustituibles a la hora de acceder a un buen automóvil, a un buen restaurante o cambiarnos de barrio.

El consumismo aspiracional, y su universo simbólico, ha logrado contagiar de “profesionalismo” a la educación, o sea que el objetivo definitivo de la misma sería generar la mayor cantidad de “profesionales exitosos”, entendiendo esto último en términos de nivel de ingresos y ascenso social.

Si lo anterior no fuese suficiente, al interior mismo de la llamada educación superior, o terciaria, se ha instalado el “doctorismo”, que no es otra cosa que el prurito irrevocable por coleccionar doctorados, o cualquier tipo de post grados, que aporten al abultamiento curricular.

Las así llamadas “carreras liberales” han sido el blanco privilegiado de esta tendencia. La generalización e incentivo de esta conducta social es un fiel reflejo de el vínculo entre conocimiento y poder que ha potenciado el neoliberalismo en el área de la Educación.

Lo anterior ha generado una cohorte de profesionales acríticos, aspiracionales y huérfanos de humanismo, para quienes el sentido y objetivo de toda especialización no es más que el económico, junto al soñado reconocimiento y ascenso social.

Es decir, que el camino más directo, y socialmente probado, hacia la casa con piscina y las vacaciones de película, es la Educación, como producto y bien de consumo.Resulta fácil entender, de este modo, cómo para las capas medias de la sociedad, aquella vieja aspiración de “ser alguien en la vida” se identifica exclusivamente con el acceso a una profesión universitaria que les asegure el éxito económico.

Este reduccionismo social y educativo balcaniza las estructuras culturales básicas del ser humano, convirtiéndolo finalmente en un ente alienado de la realidad y de los demás, cuyo soporte existencial se encuentra, unilateral y vivencialmente, vinculado a lo aspiracional y al exitismo económico como meta.

Esta concepción de la Educación no es neutra, se nutre de una mirada ideológica acerca del ser humano, que lo ubica como una simple variable en el complejo mundo de relaciones establecidas por el Mercado en todas la áreas de la sociedad.

A contraluz, emerge cada vez con más fuerza, la urgencia de devolver la Educación al ser humano y arrancarla de las manos del Mercado… Sólo así, la educación volverá a ser el arte de pensar, pensarnos y crecer…echar mano a los anteojos de Iván Ilich puede ser un buen comienzo.

Epidemias, dioses y máscaras

Por Zyanya Mariana (México)


…”No son los hechos, sino las palabras las que conmueven a los hombres”.

                                 (Epicteto)



A los animales les duele, mueren pero no construyen un mundo de moral, dioses, miedos e injusticias alrededor de una pandemia.

Para nosotros, en cambio, una enfermedad se convierte en relato con cabeza cuerpo y cola; principios con finales que llamamos narraciones.

Esto lo entendemos muy bien en México con la narrativa fase 1, fase 2 y fase 3 de la COVID19, que en el gesto pulcro y la mirada social del epidemiólogo Hugo López-Gatell, se ha convertido no sólo en el discurso médico oficial de la pandemia en México sino en múltiples memes donde el subsecretario figura como galán tipo James Bond, como San Judas-Gatell e incluso como advertencia religiosa: “en este hogar creemos en el Dr. López-Gatell”.

Como las necesidades hechas memes, las palabras y las epidemias se llenan de significados.

La palabra peste, por ejemplo, puede referirse a diferentes enfermedades (fiebre tifoidea, Yersinia Pesti, fiebre amarilla, viruela o las 10 plagas del dios monoteísta Yahvé que se narran en el Éxodo) y representarse como algo sagrado o racional.

En India, una diosa madre cabalgando en un asno, encarna las epidemias; la nombran Shītalā Mata, con una mano sujeta un jarrón de agua para curar y con la otra sostiene una canasta con granos víricos que va desperdigando en su andar.

Ella gobierna la sífilis, la malaria, el sarampión, la lepra, la ceguera, la tuberculosis, la esterilidad, la viruela e incluso el sida; la gente la sigue venerando en sus hogares para asegurar salud y larga vida.

Los yorubas la conocen como el dios Sopona; los chinos como la diosa T’ou-Shen Niang-Niang; los otomíes de la sierra norte de Puebla, en México, hablan de los aires, difuntos que hoy andan particularmente virulentos, mientras los japoneses recuerdan con respeto al demonio de la viruela.

Según el Shoku Nihongi, anales imperiales del período Nara (710-794), la epidemia de viruela apareció por primera vez en el 735 en la prefectura de Fukuoka; fue traída de la península coreana por un pescador, azotó la isla y mató a un tercio de la población.

Aunque muchas de las condiciones sociales y agrícolas cambiaron, en el imaginario cultural japonés la viruela se encarnó en un yokai familiar, Hōsōshin al que se le ofrecía periódicamente, hasta bien entrado el siglo XX, música, flores, incienso, danzas y versos para evitar su regreso.

Esta idea de lo que regresa, de lo que es cíclico como el tránsito humano sobre el planeta, está presente en la respuesta que algunos países asiáticos le han dado al coronavirus.

A pesar de una asistencia sanitaria universal, después del 2009 con la gripe porcina y del 2015 con el brote del MERS, Corea entendió que no podía desarrollar una vacuna o un medicamento rápidamente pero si desarrollar kits de pruebas rápidas.

Paralelamente, como medidas preventivas, se exigió a la población el aislamiento, el uso obligatorio de mascarillas, de jabón y una App de control. Dada la feroz competencia social, la entrada a la escuela se aplazó pero los jóvenes siguen yendo en las tardes a las academias para asegurar una buena universidad.

En China, Hong Kong, Taiwán y Singapur, todos de linaje neoconfuciano o budista, los sistemas de salud se preparan para una posible segunda ola de contagios o un rebote; saben después de la experiencia del SARS en 2003, que los brotes saturan los sistemas hospitalarios, producen muertos y tambalean los regímenes políticos.

Hoy sólo Suecia está dispuesta abiertamente a asumir los costos en términos de muertes para lograr la inmunidad de rebaño. En la tradición occidental, basada en un tiempo lineal y progresivo, la peste suele entenderse como un ocaso o un final.

Eso pasa con la interpretación clásica que se le suele dar a “La peste en Atenas”, el primer registro de tipo clínico que se tiene de una epidemia. La describe Tucídides casi al inicio de su texto Historia de la guerra del Peloponeso (siglo V a.e.C).

Tucídides


Se dice que el historiador ateniense crea una metáfora de la tragedia; se podría decir también, empero, que Tucídides narra el inevitable devenir cíclico de las personas y de las civilizaciones: una ciudad asolada por una epidemia, transita y cambia.

Las mentalidades cambian, la condición humana permanece y los virus develan las miserias y las hermandades, descubre Rieux, el médico protagonista de La peste (1947) de Camus.

Lo cierto es que Tucídides se ha convertido en el modelo a seguir cuando se habla de epidemias en la literatura; o en el discurso mediático actual, que por diverso, repetitivo y barroco tiene tono de parodia reveladora.

La metáfora trágica se analiza a partir de los discursos y la muerte de Pericles, preludio del hundimiento ateniense posterior. Las palabras del orador contrastan con lo descrito en el segmento de la peste, donde Tucídides adopta un punto de vista médico.

Inicia hablando del posible origen de la enfermedad, Etiopía; su aparición repentina en el puerto de Pireo, traída seguramente en los barcos mercaderes; su propagación en las tierras altas de Atenas; su carácter contagioso, incluso en los animales, y el registro detallado de los síntomas que, siguiendo los métodos hipocráticos, van de la cabeza hacia los pies.

Las descripciones pretenden lograr un diagnóstico, explica, que pudiera servir en el futuro para curar a los enfermos e incluso para prevenir el contagio y la enfermedad. ¿No es acaso el mismo discurso que los medios han construido acerca de la COVID19 en América Latina y sobre todo en México?

Asumimos que la pandemia tuvo su origen en China y su aparición repentina en un mercado de mariscos de Wuhan, capital de la provincia de Hubei. En aquel entonces a nadie le importó el contagio.

Como antaño, el virus viajó con los hombres de negocios y los ciudadanos globales y se propagó rápidamente por Europa; aunque Francia fue el primer país de la comunidad donde se detectó, los medios hicieron de España y sobre todo de Italia el epicentro. No es una casualidad, ambos conforman la frontera sur de la Comunidad Europea, por donde entran los migrantes subsaharianos, donde se practica la necropolítica migratoria que se decide en Bruselas.

Nada se dijo de los migrantes sirios hacinados en la frontera turca o de la Siria bombardeada, destruida por intereses energéticos y amenazada por el virus. Nada se dijo de India, geográficamente al lado de China y con condiciones sociales y económicas más cercanas a las mexicanas, sólo se nombró Europa y eso bastó para encender el chip colonial de la casta ilustrada en la ciudad de México.

Pero fue Bérgamo la industrial, “la ciudad de los mil”, la del escritor danés Jens Peter Jacobsen y su relato La peste en Bérgamo (1881), la que desencadenó la histeria en las capitales latinoamericanas con sus setenta camiones militares, uno detrás de otro, transportando cadáveres. Los llevaban a otras ciudades fuera de Lombardía porque el cementerio, el tanatorio, la iglesia convertida en tanatorio de emergencia y el crematorio en funcionamiento 24 horas al día ya no daban abasto; tenían 400% más muertos que el año anterior, casi todos personas mayores.

Pocos dijeron que la región italiana de Lombardía ha mercantilizado la salud, que la patronal industrial presionó para evitar cerrar sus fábricas y perder dinero y que los patronales son los mismos que tienen intereses en las clínicas privadas.

Nadie dijo que los viejos hacinados en los asilos estaban abandonados mucho antes de que llegara el coronavirus, antes incluso del 2012, cuando la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, los había señalado en un informe con los eufemismos económicos “riesgo de longevidad” y “coste del envejecimiento”.

Mientras viejos en Europa, adultos diabéticos en México e hispanos y negros en NY se abandonan a la falta de servicios médicos y a la enfermedad; los culpables se incrementan: Montagnie, premio nobel francés, afirma que el virus salió de un laboratorio, la ciencia; otros acusan nuestra forma de vida y consumo, los humanos; ciertos grupos queman las torres de 5G; la tecnología.

Otros aseguran que proviene de las granjas industriales de alimentos cárnicos, la industria; o de mapaches, los bárbaros; algunos insinúan que de la sopa de murciélago, los exóticos; Sopa de Wuhan es también una recopilación de textos filosóficos y periodísticos con una portada de Ernst Haeckel, el exponente del racismo científico alemán que junto a la expresión “el virus chino”, como lo nombra el presidente Trump, revela los miedos de una sociedad que señala al virus como un extranjero que llega a ensuciar la pureza de los hogares y de los estados nacionales.

El bufón imperial, que recomienda desinfectante y luz en los pulmones, olvida que la pandemia del COVID-19 le ha costado a Estados Unidos más muertos (65 mil hasta el 30 de abril) que los 13 años de la Guerra de Vietnam (58 mil), según los medios.

Que un hecho médico trastoque lo político no es privativo de Tucídides, ni de occidente, lo encontramos en México con la peste de la viruela y sus múltiples nombres: cocoliztli (gran plaga o pestilencia), huey zahuatl (gran pestilencia de viruela o gran lepra) o totumonaliztli (ampollas o pústulas); castigo del dios Xipectotec que se propagó entre los mexicas y alcanzó al huey tlatoani Cuitláhuac, el penúltimo gobernante de la gran Tenochtitlan, hermano y sucesor de Moctezuma II, vencedor de Cortés en la “Noche Triste” del conquistador.

De muchas maneras, las pestilencias y la cruz fueron los verdaderos conquistadores de los imperios Mexica e Inca. El vínculo se encuentra también al inicio de la Iliada con la peste que Apolo envía a los aqueos generando la cólera de Aquiles y en la peste que Ares envía a la ciudad de Tebas revelando lo oculto y trastocando el poder por generaciones: el antes salvador de la ciudad, el que venció a la esfinge, el que mató a su padre y se casó con su madre; Edipo rey, padre de Antígona, el que debe partir al destierro para poner fin a la epidemia.

Pero a diferencia de Homero e incluso de su contemporáneo Sófocles, Tucídides, busca las causas profundas y la racionalización de los hechos lejos de los mitos y de los dioses. De muchas maneras, con sus valores occidentales u occidentalizados, el mundo moderno es hijo de esta misma búsqueda racionalista, aunque hoy, asolado por una pandemia, parece que transita hacia la incertidumbre, se aferra al control tecnológico y abandona el absolutismo científico.

Más allá de las gotículas que infectan la membrana interior de los ojos, la nariz y la boca, todo lo que sabemos científicamente del COVID19 es insuficiente y contradictorio; fumar o no fumar he ahí la cuestión de la sobrevivencia dicen, mientras el jabón y las máquinas de coser proporcionan más certidumbre que los algoritmos.

El texto de Tucídides no se limita a una historia clínica también nos ofrece una observación detallada de la naturaleza humana.

Empieza con los rumores que, alimentados por la guerra, culpan a los peloponesios de haber envenenado los pozos; subraya las penalidades entre los más pobres, los refugiados por la guerra venidos del campo, los hacinados, los esclavos; se detiene en aquellos que se abandonan y no intentan resistir a la enfermedad y en aquellos que vanamente piden a los oráculos y suplican en los templos; censura el menosprecio de lo divino y de las leyes humanas, el hundimiento moral y el frenesí en el disfrute de los goces de la vida que se dan por el rápido cambio de fortuna.

Termina ironizando acerca de la memoria que es corta y acomodaticia, hoy olvida los refranes y mañana olvidará los cuerpos amontonadas en la calles y el abandono de las practicas funerarias, displicencia que nos iguala a lo bestial y monstruoso.

Sin embargo, dado el carácter contagioso de las epidemias, el abandono de los ritos funerarios implica un dilema: elegir entre morir solos y abandonados o morir contagiados por cuidar los unos de los otros.

Los atenienses pensaban que Pericles debía cuidarlos, el hombre medieval pensaba que era labor del dios monoteísta salvarlos, nosotros los modernos creemos que es obligación del Estado, y sus instituciones nacionales de salud, protegernos, curarnos y salvarnos, incluso financieramente.

Amar con el cuerpo a nuestros vivos, abrazar a nuestros muertos; este dilema alrededor del contagio aparecerá casi 2000 años después en la voz de dos filósofos contemporáneos: Giorgio Agamben y Achille Embe.

Agamben, en su columna Una Vocce, pregunta si el confinamiento no es un estado de excepción legitimado por el miedo al contagio.

Se rumora que los mega datos pueden ser utilizados no sólo por el gobierno sino por las empresas médicas y los bancos ¿acaso no los vendieron ya?

Agamben añade que cada individuo ha sido convertido en un potencial untador, la figura renacentista que apareció durante las plagas que asolaron algunas ciudades italianas entre 1500 y 1600.

El individuo ha sido sitiado, la colectividad también: “¿Cómo crear comunidad en tiempos de calamidad? Sobre todo cuando nuestros ritos de despedida se ven suprimidos”, cuestiona el filósofo camerunés Embe en una reciente entrevista aparecida en marzo en el portal de noticias Gauchazh.

El mismo dilema aparece en la introducción a El Decamerón (1353), cuando Boccaccio, quizás siguiendo el modelo de Tucídides, describe el posible origen de la peste que asoló la ciudad de Florencia en 1348, los síntomas en las personas de todas las clases sociales, el cambio de costumbres y los cuerpos abandonados en las calles, sin santa sepultura, recogidos sólo por los peones de los estratos más bajos llamados faquines.

“Sin santa sepultura”, repetirán los familiares de un grupo de pacientes internados por COVID19, después de haber irrumpido a la fuerza en el Hospital General Las Américas de Ecatepec.

Con casi dos millones de habitantes, se considera uno de los municipios más violentos de todo el país donde secuestros, venganzas entre narcos que reparten depensas y feminicidios (1 de cada 40 asesinatos diarios), implican más peligro y muerte que cualquier virus.

De hecho, el eje Ecatepec, Tecámac, Nezahualcóyotl, Los Reyes la Paz, Tlalnepantla y Chalco —la promesa urbana salinista— se considera una “bomba de tiempo” en contagios y muertes.

La gente no cree en el virus, “me mataron a mi hijo en el hospital” gime una madre que regresará a su hogar en un barrio sobrepoblado donde se venden elotes tiernos y tlacoyos en la calle, pero carece de servicios de salud y agua potable.

Esa mujer, como la mayor parte de los habitantes de los conurbados, tiene un trabajo precario en la ciudad de México, en una empresa o una casa donde los patrones se resguardan del virus pero exigen alguien que trabaje, limpie, cocine y vaya al mercado por ellos.

Ello implica tomar diariamente metro Pantitlán, que nada entiende de “Susana Distancia” con sus 414,784 pasajeros diarios.

Más allá del hacinamiento se impone la pregunta ¿Cómo evitar a los otros, si durante siglos hemos sobrevivido gracias a lo colectivo, al tequio, a la asamblea comunal e incluso a las remesas, que contrario a todo propósito aumentaron con el virus?

Algo parecido, nos informaron, sucedía en abril en la ciudad portuaria de Guayaquil, en Ecuador, el segundo lugar en número de muertes en América latina (1.35 muertos por cada 100 mil habitantes), sólo después Brasil (0.92), donde los féretros son apilados unos sobre otros en largas zanjas hechas apresuradamente en un cementerio de la ciudad brasileña de Manaos, en la Amazonía.

“Este virus no discrimina grupos sociales ni de género” repite el discurso político y mediático internacional…“la vacuna será producto de un esfuerzo conjunto” convoca la canciller alemana Angela Merkel en su programa sabatino, pero las geografías y el sistema de castas latinoamericano limitan la promesa de una vacuna y el acceso a la atención médica universal, ofrecen empero solidariamente cajas de cartón para enterrar a los muertos.

Queda claro que ésta es una pandemia de clase y que el COVID aquí, como en Tebas, devela añejas injusticias.

En nuestra América, el coronavirus llega a las casas donde yace el dengue, la malaria, el chikungunya, el sarampión, la diabetes, la pobreza y la desnutrición; en las selvas, en las montañas y en las vecindades no hay puertas, ni muros, ni fronteras, ni hospitales, ni soberanías, ni tele-pantallas para la educación; porque, en general, nuestros hombres de estado, a diferencia de Pericles, están sentados en la Paz, en Managua, en Bogotá o en Lima creyendo que despachan en Madrid, Roma, Paris o Milán.

Mientras, abrumada por la repetición, escribo; recuerdo los días solitarios de la crianza tan parecidos al confinamiento; me aferro al caos como esperanza y me sitúo a medio camino entre los negacionistas de la pandemia y los firmes creyentes.

De algo habrá que morirse, me repito, mientras le prendo incienso a los dioses y suplico por la salud de los míos. 

Mayo y 2020, México-Tenochtitlán

Virus terrateniente

Por Reynaldo Lacámara

1891. Esta revolución tuvo más de ocho mil muertos o asesinados, por las vengativas hordas anti-balmacedistas coordinadas bajo las directrices del Partido Conservador.

Esta fue de las mayores razias que se ha efectuado en nuestro país. Una de sus derivadas, más trágicas, fue el suicidio del Presidente en un acto de dignidad mayor.

Antes de eso Chile se organizaba en diversos bandos que iban desde los conservadores duros, hasta los liberales progresistas.

Las organizaciones campesinas aún no se asomaban en la historia y el trabajo fabril industrial recién despuntaba. Se asomaban tímidas y casi sin influencia política las primeras mutuales.

Es decir convivían diversos discursos, con etapas más o menos tirantes, pero permitían que la institucionalidad funcionara y mantuviera ese diálogo relativo que ofrecía, de vez en cuando, algunos frutos.

En ese período, que va desde los años inmediatos y posteriores a la independencia, hasta la sublevación ya mentada, se sucedieron determinaciones que buscaban ampliar el conocimiento geográfico, botánico, minero y arquitectónico, vinculadas con una incipiente proyección de futuro.

Se buscaba despejar el horizonte, en relación a dónde se encontraban las riquezas del país.

De este modo se podrían dirigir las inversiones y encaminar el mundo del trabajo, en consideración al escaso capital circulante.

Se contrataron científicos, arquitectos, algunos artistas y profesionales destacados europeos y americanos, como Don Andrés Bello, Claudio Gay, Ignacio Domeyko, Rodulfo Philippi, Amado Pissis entre muchos otros.

Debemos considerar que en este período, también se desarrolló la llamada Guerra del Pacífico. Con su importante componente económico, tanto en su origen como en sus consecuencias.

No pretendo profundizar en los motivos de esta guerra o si se puede estar de acuerdo o no con ella.

El resultado objetivo fue que Chile quedó en posesión de un territorio extremadamente rico en sulfatos y otros minerales.

Recordaremos que una vez vencida la oposición inicial a la guerra, esta se libró con el apoyo de la mayoría de la población y de todos los sectores políticos existentes los que incluían a los liberales más progresistas de aquel entonces.

En conclusión, para decirlo en forma directa, cuando la mesa estuvo servida, con exhaustivos catastros geológicos y botánicos, con ingentes y frescos recursos económicos, explotó esta sublevación de la Armada, con argumentaciones que aún resultan dudosas.

Su resultado fue dejar con absoluta potestad sobre todos los recursos existentes a la línea más conservadora del país.

En esa revolución y toma absoluta del poder hay añosos apellidos involucrados en el bando usurpador como, Edwards, Matte y otros.

Durante los cuarenta años que siguieron a este suceso no se volvieron a dar en el país nombres de pensadores o políticos a la altura del propio Andrés Bello, Francisco Bilbao, José Victorino Lastarria, Santiago Arcos o Vicuña Mackenna, entre otros.

El grupo golpista, de origen terrateniente, estableció desde entonces todo el poder que se manifestó en la institucionalidad orgánica del país, en la relación de fuerza militar, en el dominio territorial y administrativo y además, se propagó como forma cultural a través de cierta religiosidad, formas educativas y expresiones de medios de comunicación, especialmente la prensa escrita.

1973. Se convertiría en un año de catástrofe nacional y dolorosa memoria, hasta el presente. El gobierno de Salvador Allende caía… el telón de fondo era la Casa de los Presidentes bombardeada y envuelta en llamas.

Conocemos bien todos los estragos físicos y las atrocidades que se desencadenaron.

Las secuelas mentales y culturales, aún no cesan ni se determinan en su totalidad.

El gobierno de la Unidad Popular se había constituido con un fuerte apoyo de la clase media, que ya había tenido una experiencia de gobierno bajo el mandato de Don Pedro Aguirre Cerda, y además de la clase trabajadora organizada a través de los partidos populares.

Aquel mediodía de septiembre, nuevamente un Presidente se suicidaba en un acto de dignidad y consecuencia.

Nuevamente, los mismos añosos apellidos estaban involucrados en la tragedia.

2019. Octubre, mes de insurrección popular que cubrió todo el territorio.

Una ola incontenible y propositiva, repleta de indignación y solidaridad se toma las calles de las grandes urbes, ciudades provinciales, campos y lugares de trabajo.

No hay un conductor en particular. El pueblo en forma espontánea decide actuar.

La principal imagen combativa (el icono de rebeldía), es un animal… un perro callejero ( Matapacos, lo apodaron), símbolo de lealtad, lucha y ternura.

Es poco probable que este virus que hoy enfrenta la raza humana, contenga en si mismo una definición política.

Parece no haber salido de algún laboratorio, más bien podría ser producto del deterioro de la naturaleza abusada por los medios de producción del mismo “homo sapiens”, ya ni siquiera satisfecho del propio abuso del hombre por el hombre.

En este claro obscuro avanzan los proyectos de reposicionamiento de los bárbaros de siempre, y sus secuaces… Compra de nuevos “guanacos” y “zorrillos”, relucientes cámaras de observación y vigilancia que cubren cada punto de las grandes ciudades, investigaciones a través del Sename , proyectos para crear una Constitución en cuyo proceso la gente no decida, y sobre todo una campaña comunicacional que apunta a culpar al propio habitante ante el aumento de los contagios.

Arrogándose como “error comunicacional” las campañas intencionadas y a mi juicio siniestras, emprendidas por el gobierno, como por ejemplo cerrar las playas mientras se incentiva la apertura de Malls y se incentiva el consumo que favorece a los mismos de siempre, a través de frases hipócritas y displicentes .

En la misma línea performática de aquel ex ministro, cuando nos hacía presente que los pobres llegaban a los consultorios de salud, casi de madrugada…”porque les gusta hacer vida social”.

2020. 8 de marzo. Cientos de miles de personas, millones, en su inmensa mayoría mujeres, protagonizan la que algunos han llamado la mayor marcha que se haya efectuado en Chile.

Ellas luchan por los derechos que una clase privilegiada les usurpa, a través del machismo impuesto por la hegemonía cultural.

Los movimientos ecologistas suman cada vez mayores cantidades de adherentes ante la evidencia visual y científica, con datos abrumadores, que manifiestan la destrucción de la naturaleza y sus especies.

En este marco aún se escuchan los ecos de las consignas y gritos de las manifestaciones y sus cacerolazos entre ladridos y sirenas de carros policiales.

La injusticia permanece, pero por sobre ella existe inalterable la fidelidad de un pueblo con su historia, con sus dos Presidentes que cayeron luchando por sus derechos.

Y perdura la fidelidad de un pueblo consigo mismo, con la triste vejez de sus familiares, expuestos a jubilaciones miserables, a precios de remedios inalcanzables, la fidelidad con sus vecinos y amigos que deben atravesar las ciudades pagando altos precios de locomoción, pagando altas tarifas eléctricas y de agua, sujetos por salarios mínimos miserables, mientras la riqueza fluye a raudales a los mismos bolsillos de siempre, los mismos de 1891.

Todo esto constituye un aire limpio que “más temprano que tarde” despejará tal vez para siempre las bombas de humo.

Hoy y cada día un mayor número de gente deja de escuchar estos cantos de sirena que emanan desde las viejas estructuras… y se organiza. Acabo de escuchar que las protestas comienzan nuevamente en algunas comunas…la gente, otra vez, en las calles, con la misma dignidad y porfía que les ha hecho entender que el destino se juega, y construye, cada día.

Talvez sea ésta la oportunidad en que el pueblo, por primera vez, se gobierne a sí mismo…

Vencedores de la Vida.

Por Carlos Ernesto Sánchez.

Al ver imágenes de miles de personas en calles, centros comerciales, ferias y espacios públicos, sin duda la pregunta obvia es qué ha pasado con el publicitado confinamiento al que ha sido sometido gran parte del país.

El Ministro de Defensa, alabó el trabajo de las Fuerzas Armadas e hizo rimbombantes anuncios de “Tirar toda la carne a la parrilla” que, por los resultados, eran solo unos escuálidos chorizos.

La gente sigue en calles, negocios abiertos, fiestas por aquí y allá y el no uso de mascarillas un mal chiste que no produce risas.

De un tiempo a esta parte las Fuerzas Armadas han demostrado que la sentencia de Korry, embajador de EEUU en Chile hace años, parece ser cierta “Los soldados chilenos son soldaditos de juguete”, nada de lo encomendado lo han hecho bien, no logrando imponer orden y respeto.

¿Cómo es posible que a metros de un control con presencia de uniformados se asalte un camión blindado y se roben 1.500 millones? Y nadie vio nada. Hoy con toque de queda se asalta con más impunidad, que en día normal.

Sin dudas todas las promesas y amenazas de Piñera de terminar con la delincuencia, no pasaron de ser una bravuconada de campaña y de descalificación de la ex presidenta Bachelet. Por la boca muere el pez, dice el viejo refrán.

Mejor de Carabineros ni hablar; Han demostrado pericia en reprimir demandas ciudadanas y en participar en ilícitos, lo cual tiene a varios uniformados en tribunales encausados por delitos. Y su ineficiente General Director sigue en su cargo, gracias a la porfía y una mala entendía lealtad expresada por el gobierno.

A pesar de la incapacidad de Carabineros y Fuerzas Armadas, de mantener el orden público, no ha sido malo el trabajo de salud realizado frente al tema de la pandemia, se ha informado bien sobre la enfermedad, instalando espacios y equipos, que den respuesta a los requerimientos de la población.

En este punto sin duda hay reconocer y agradecer el trabajo de la Iglesia Católica, que ha puesto a disposición de las autoridades su infraestructura para ayudar en momento muy difíciles.

Quienes también han desarrollado un trabajo valioso han sido Investigaciones de Chile. No solo ha sido apoyo en labores de calles, sino seguir atendiendo sus trabajos propios, con éxito en temas investigativos.

Molesta que varios Ministros desarrollen un discurso rimbombante frente al rol de las Fuerzas Armadas, cuando los hechos, la realidad muestran un resultado mínimo, en el tema de orden público.

Este gobierno tiene especialidad en armar parafernalia, promesas vacías que en el transcurso de horas y días, van cayendo y solo queda el gasto de promesas incumplidas.

¿Qué hacer? ¿Cómo logramos se entienda el peligro que vivimos, especialmente aquellos que tenemos enfermedades de base? Los ancianos, enfermos, pobres, desvalidos son sin duda las victimas que pagaran con su vida, la irresponsabilidad de seres que salen sin medidas de seguridad a transitar por calles u otros espacios, y luego contagian a los más débiles de su cercanía.

Tal vez algunos deban salir, por causas bien fundamentadas, pero deben hacerlo con el máximo de seguridad, y eso no es lo que se ve en calles o centros comerciales.

Chile ha vivido grandes dolores, de toda índole, no ha aprendido a valorar la vida, a protegerla, luchar en solidaridad por lo más débiles y marginales. Hoy deberíamos sentir vergüenza que ancianos estén muriendo, no solo de esta enfermedad, sino de la peor pandemia; soledad, miseria, abandono, olvido.

Ellos que dieron todo, en la lucha del dia a dia, por años. Esta pandemia es la radiografía que nos plasma, la sociedad neo liberal que algunos rinden culto, donde el hombre no es sujeto de la historia, sino objeto, transable en el mercado.

Hoy la expresión de repudio a este sistema y tanta injusticia, es quedándonos en la casa, asumir la cuarentena, y vivir y ser testigos de la historia, vencedores de la vida.

Entrevista a Reynaldo Lacámara:…”No existe una sociedad ideal, sin procesos artísticos como parte de su construcción”.

Poeta chileno de vasta y reconocida trayectoria. Ha publicado tanto en Chile como en otros países. Su obra ha sido incluida en diversas antologías. Ex presidente de la Sociedad de Escritores de Chile. Nos reunimos con el poeta Reynaldo Lacámara, al mediodía de un caluroso domingo a fines de noviembre. El lugar elegido estaba cargado de vida y nostalgia … El bar Hemingway. Ahí conversamos, recordamos y surgieron algunas preguntas y respuestas.

SC: ¿Cómo ves la relación Cultura-Neoliberalismo?
RL: La sociedad neo liberal no es neutra en este aspecto. Ella quisiera, y además promueve, un modelo cultural funcional a su mirada ideológica. El neoliberalismo prefiere una “cultura clásica”, en todas sus formas, sin fracturas ni cortes con el pensamiento oficial dominante. La realidad, en todo caso, es otra. La cultura es la vivencia real de una sociedad y su gente. Siempre expresa las necesidades concretas de convivencia y de sentido. Te pongo un ejemplo… La comprensión de la verdadera historia de Chile, en todos sus niveles. Esa historia, no la historiografía, la ha hecho el pueblo en el día a día. La cultura, el arte, permite expresar aquello como un ideario y necesidades que el neoliberalismo pretende ocultar. La expresión artística, como parte de la cultura, siempre supera lo cotidiano para convertirse en una fuente, donde beber el futuro. Lo anterior, convierte a esta expresión en algo indeseable para el neoliberalismo, que busca encasillar la cultura para que no obtaculice su pensamiento y pretensión absolutista.

SC: ¿Es posible, hoy en día, hablar de una literatura latinoamericana en este mundo globalizado?
RL: Lo primero es recordar que la literatura contiene elementos, tanto formales, como de fondo. La belleza formal de la literatura latinoamericana no es tan propia ni exclusiva de estos rincones. La diferencia está en el fondo, con las vivencias de sus pueblos, que son realmente únicas. Pensemos, por un momento, en la literatura de la revolución mexicana. Distinta, por ejemplo, de la literatura nuestra acerca de la dictadura, la que aún se encuentra inconclusa. La mexicana da cuenta de un mundo, de un modo de pensar y expresarse. Lo anterior, sin renunciar a valores universales, tales como: la lucha entre el bien y el mal, o a cualquiera de los 40 ó 41 tópicos que existen. Chile en cambio, aún no ha hecho una literatura de la dictadura. Lo que le agregaría una realidad mucho más simbólica a nuestras obras.

SC: Relación Estado-Cultura…¿Asistencialismo, clientelismo o proyectismo becario?
RL: Todo país nace y se forma como un proyecto épico. Nuestros países reflejan esto en la forma en que obtuvieron su independencia. Los pueblos originarios, por ejemplo, aunque silenciados, forman parte nuclear de esta épica. Creo que Chile, como Estado, parte como un proyecto cultural claro y específico, establecido por José Miguel Carrera, creando: la Biblioteca Nacional, una incipiente Editorial Nacional, la primera Escuela para Mujeres y un fecundo etcétera. Esa épica continúa en cada país. Los proyectos culturales estatales debieran considerar, e incorporar, ese acervo en cada pueblo y su vigente devenir histórico. Sobre todo en un mundo globalizado. El apoyo del Estado a la cultura es vital para el desarrollo de la misma, en una serie de aspectos, tales como la proyección y visibilidad de nuestra cultura, el aporte de la misma a la cultura universal y así contribuir a la construcción de un mundo multipolar y pacifista. Hemos tenido creadores culturales destacadísimos, y aún los tenemos, por lo mismo el estado no puede dejar esto en manos del mercado. El Estado debe asegurar la libertad de la cultura en todas sus expresiones.

SC: Populismos de derecha en América Latina…¿Fenómenos estacionales, reactivos… Desencanto de los pueblos o derrota de la izquierda?
RL: Es evidente que asistimos al avance de proyectos populistas en América Latina, principalmente de derecha. En algunos casos pro fascistas, por lo menos en el discurso. Se debe aclarar que la izquierda no ha involucionado. Lo que sí existe es un desencanto, justificado, en relación a los políticos populistas de izquierda y/o de centro izquierda, que no han sabido diferenciar sus propuestas del neoliberalismo. Lo peor es que muchos dirigentes se han entregado a lo que mejor hace la derecha, es decir, corromper voluntades. En todo caso el devenir lo tienen los pueblos, reconstruyendo o reformando sus instituciones políticas, con nuevas dirigencias. El colectivismo y la voluntad de las mayorías deben volver a imperar. No soy pitoniso, pero es fácil entender que la derecha no dará satisfacción a las necesidades del pueblo. La izquierda, por lo tanto, debe volver a considerar valores como: seguridad para los trabajadores en todos los espacios que ocupan como seres sociales.

SC:¿Cuál es el rol del creador en este proceso de reconstrucción política?
RL: Es un rol vital. El imaginario y su reconstrucción es un proceso muy poderoso, pero debe ser honesto y acompañar las reivindicaciones de la gente. El pueblo necesita y exige la reconstrucción de los idearios. En lo político esto es vital para la construcción de una sociedad verdaderamente justa. No existe una sociedad ideal, sin procesos artísticos como parte de su construcción. El arte y la política son inherentes a toda expresión humana. Intentar acallar esto es opacar y limitar la propia esencia del ser humano.

SC: De acuerdo a lo conversado, hasta aquí…¿Podrías mencionar 3 ejes para la construcción de un proyecto cultural en sintonía?

RL: Lo primero a considerar es la deuda con nuestros pueblos originarios. Este conflicto requiere ser clarificado. El Estado chileno fue el agresor, el invasor, pasando a llevar sus propios compromisos al respecto, en los parlamentos de Tapihue y Negrete entre España y el pueblo mapuche, y luego ratificados por el Estado de Chile. Desde el nacimiento de nuestro estado, con todas sus luchas intestinas, se consolidó la idea de un Estado único, casi una “raza única”, una sóla nación. Desconociendo la pluriculturalidad basal de nuestra identidad. Eso requiere también una resolución cultural y artística, ya que este hecho ha tenido repercusiones en esta área desde el primer momento. En segundo lugar, es necesario reposicionar el valor del ser humano por sobre todo. El arte no puede estar ausente de esta tarea. Aquí los organismos gremiales de los propios artistas, tienen un rol fundamental en el diálogo con la institucionalidad cultural. Sería muy oportuno, en este aspecto, que el rol de ministro o ministra de cultura, fuese ocupado por un creador. Finalmente, creo que el diálogo, creativo y proactivo, acerca del medioambiente también precisa de la voz y las propuestas de los creadores.

SC: Gracias, Reynaldo.